Paisaje de datos Sonoros

Este dispositivo pedagógico fue diseñado para sensibilizar a niños, niñas y adolescentes sobre la importancia de conservar las especies endémicas, a través de una experiencia inmersiva y afectiva con el sonido. En el marco de la COP16, con el apoyo de UNICEF, creamos un paisaje sonoro de datos que transforma la escucha en una forma de lectura crítica del territorio.

¿Cómo funcionó?

Un biombo ilustrado con 12 aves endémicas de Cali y el Valle del Cauca (acuarelas y fichas técnicas) formaba el centro del dispositivo. Siete de estas especies podían escucharse con audífonos codificados por colores. Las y los participantes debían hacer coincidir el sonido con el ave correspondiente, guiándose por el color. Esta mecánica de búsqueda despertó su curiosidad activa, generando una interacción lúdica que conectó la emoción con el aprendizaje.

Al finalizar la escucha, respondían a dos preguntas:

  1. ¿Qué sentiste al escuchar estos sonidos?

  2. ¿Qué sentirías si no volvieras a escucharlos?

Las respuestas se registraron mediante puntos de colores en tableros emocionales, permitiendo una visualización de datos afectivos.

¿Por qué es un paisaje sonoro de datos?

Porque transforma el canto de las aves en un lenguaje vivo que da cuenta de la salud del ecosistema. Las emociones recogidas en tiempo real se convierten en indicadores sociales y afectivos sobre la relación entre niñez, naturaleza y biodiversidad. Así, los sonidos se vuelven datos y los datos, insumos para pensar políticas sensibles al territorio.

Datos clave

  • +100 participantes, entre 6 y 17 años.

  • 108 personas expresaron sentir tranquilidad, 82 felicidad, 30 amor al escuchar las aves.

  • Frente a la posibilidad de no escucharlas más: 72 se sintieron tristes, 69 culpables, 40 decepcionadas.

Hallazgos para la acción colectiva

  • Reconexión emocional con la biodiversidad: Escuchar las aves generó emociones positivas y de cuidado.

  • El sonido como alerta ecológica: Muchas personas comprendieron que dejar de oírlas indica un ecosistema deteriorado.

  • Educación afectiva: Identificar emociones fue un reto especialmente para menores de 12 años, mostrando la necesidad de metodologías sensibles.

  • Fuerte interés en adultos: Madres, padres y docentes se sintieron movilizados al identificar sonidos conocidos y reflexionar sobre el entorno.

  • Urgencia de sensibilización: La mayoría desconocía el término “endémico”. Aprenderlo activó el sentido de corresponsabilidad frente al territorio.

Este dispositivo no solo invita a escuchar, sino a cuidar lo que escuchamos. Porque si las aves desaparecen, también desaparecen los ecosistemas que compartimos.

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